En los últimos años un clip en particular de la célebre actriz Maria Felix se ha popularizado. Cada año, mientras más se acerca el 8 de Marzo, nos volvemos a topar con ese momento de la entrevista en el que Verónica Castro cuestiona a La Doña respecto a la igualdad de género, a lo que ella elocuentemente exclama: “En un mundo de hombres como este, quiero avisarles que tengan cuidado”, nos procura a todas en consejo. “Ahí viene la revancha de las mujeres” advierte con completa severidad a los hombres.
Han pasado veintisiete años desde ese momento de la televisión mexicana y solo ha pasado un año desde que las pantallas del mundo conocieron la película Do Revenge: la más reciente interpretación de los peligros a los que se enfrenta una chica adolescente. Es decir, la revancha pornográfica efectuada por sus parejas sentimentales.
La presente se entiende como “La publicación en Internet no consentida de imágenes íntimas con la única finalidad de hacer daño” (El «revenge porn», una forma de ciberviolencia de género, 2020). Una dinámica en la que, la difusión inicial del post, trasciende a un nivel de circulación en el que varios usuarios secundarios lo comparten, a su vez, con el propósito de prolongar su difusión a costa de la integridad de sus víctimas.
El azaroso contexto que sortean las mujeres de todas las edades, siendo que en los últimos años se ha advertido de una preocupante tendencia en la que son precisamente las adolescentes el segmento más propenso a ser violentadas en el entorno digital. Tan solo en el 2008, el INEGI estimó que nueve millones de estudiantes fueron víctimas de ciberacoso, en el que se incluía la revancha pornográfica, siendo que la cifra se encuentra en aumento. Adicionalmente, se descubrió que la reacción inicial de las víctimas al enterarse fue en 53.7% enojo y que el 13.3% quiso buscar venganza.
Esta es la realidad que aborda la cinta de Jennifer Kaytin Robinson, Do Revenge. En ella, su protagonista Drea es acreedora a una verdadera represalia institucional cuando, tras descubrir que su novio ha filtrado el contenido que solo a él le había confiado, lo golpea luego que éste negara la autoría del acto. La consecuencia de Max, el perpetrador, es inexistente. En cambio, Drea es castigada por responder de manera reaccionaría por lo que la directora de su escuela condiciona su estadía en la preparatoria advirtiéndole que otro comportamiento en contra del bienestar de Max será castigado con la revocación de su beca y eventual expulsión. Es así como la película da su arranque para contar la historia de dos jóvenes chicas prometedoras que buscan hacerse justicia a mano propia.
En esta ocasión, las motivaciones de Drea se originan por su necesidad de conseguir que su ex pareja afronte algún tipo de consecuencia real ante el agravo; un sentimiento universalmente compartido por las sobrevivientes de Revenge Porn y que pocas veces consigue concretarse. En la interpretación de Robinson, Drea está sedienta por exponer la auténtica naturaleza machista,de un falso feminsita, que la ha violentado, en defensa de su caso: el chico bueno que todos aman es responsable de violencia ciber sexual. Esas son las razones de Drea para cometer revancha.
Por el contrario, la revancha retratada en el largometraje y, que se extrapola en la realidad, se ejecuta premeditadamente para perjudicar a quienes fueron sus parejas. Ante esto, el INJUVE (Instituto de la Juventud del Gobierno de España), explica que la revenge porn es “realizada con dolo y que se agrava al implicar a una persona con la que se mantuvo una relación íntima de confianza”. El hombre en turno, Max, revela durante el tercer acto de la película que el éxito académico de Drea, sumada a la ausencia de devoción hacia él, fueron los catalizadores.
La ficción satírica de Do Revenge culmina la travesía tortuosa de Drea en un final feliz. Drea consigue revelar la verdad detrás de la filtración de su video y Max queda evidenciado con la opinión pública alineándose a favor de Drea. Sin embargo, no todos los casos de revenge porn concluyen en resoluciones satisfactorias. Amanda Todds, de las primeras víctimas virales que se ha cobrado este crimen, concluyó su vida por el acoso y trauma que derivó su ex novio tras filtrar sus fotografías.
Es cuando oficialmente, desde el 2020, Olimpia Coral (activista sobreviviente de revenge porn) inicia el resarcimiento en nombre de todas las mujeres de México con la Ley Olimpia; un conjunto de reformas legislativas que tipifican la violencia a la intimidad sexual en medios digitales como un delito acreedor de cuatro a seis años de prisión.
Ante la indiferencia de las instituciones y el trato mezquino que le ofreció la sociedad como única respuesta a las acciones de su expareja, Olimpia de dieciséis años dedicó se empeñó en hacerse justicia para ella misma asegurando que las mujeres que le precedieron también estuvieran legalmente protegidas en futuras agravaciones: porque si algo le había revelado la traición de su expareja es la naturaleza del hombre que actuará sin temer que haya secuelas.
O al menos era así hasta que la profecía de María Felix se cumplió. Las mujeres ya no aceptan el trato de “ciudadana de segunda clase” como explica Olimpia Coral; la paladina de los derechos de las mujeres. Esa es la verdadera revancha de las mujeres: justicia en toda la extensión de la ley para aquellas que han sido violentadas y el ecuánime castigo para todos aquellos que les han jugado sucio.