Monumentos, indumentaria y mitología es lo que se ha construido alrededor de las grandes casas de la nobleza desde la existencia misma de una civilización políticamente organizada. El hombre común, por siglos ha pensado en los miembros de estas familias, más que individuos mundanos, como la representación de una ideología ancestral.
Se presentan como criaturas que han trascendido el estado terrenal; recordando que en el pasado declararon estar más cercanos a dioses que al humano. Honor, servicio y patria son los pilares de su identidad, con los que rigen su toma de decisiones. O al menos ese es el mito corporativo. Pues, con títulos que son más bien tradiciones e instituciones cuyo único vigor es el turístico, la apreciación moderna de la “realeza” reside en su inexorable folklore narrativo.
Son los protagonistas de las primeras historias que escuchamos. Con ellos blandiendo espadas, habitando en palacios o portando joyas de un valor inmensurable. Los niños quieren ser fuertes como ellos y las niñas anhelan enamorarse de ellos. Una convención social que si bien, se ha intentado revertir desde el nuevo milenio, ha asentado las bases de su tradición tan profundo en el imaginario colectivo, que incluso estas dinámicas continúan retratándose en las series y películas actuales.
El nuevo giro a las historias se presentaría a manera de personajes LGBTQ+. Una premisa cuya llegada a la pantalla chica resulta natural, dadas las últimas tendencias discursivas que detonó el clima social en los últimos años. Con movimientos sociales en defensa de un verdadero respeto a los derechos humanos, estas comunidades permearon el entendido colectivo desde la conciencia humana en marchas, protestas, legislaciones y, por supuesto, el arte. Obteniendo como resultado un legado fílmico que posibilitó Young Royals y Red White Royal Blue.
¿Las dos caras de la misma moneda real?
Henry, el príncipe de Inglaterra, y Wilhelm, príncipe de Suecia, son dos personajes ficticios inspirados en la realeza que prevalece en nuestros días. Ambos los segundos hijos, ajenos al juego de tronos hasta el fallecimiento de un miembro cercano de su familia y renuentes a expresarle al mundo que son hombres que aman hombres. En contra de lo que la monarquía espera de ellos, no pueden conseguir comulgar con la ideología conservadora que se les ha inculcado desde el nacimiento y que se espera que defiendan en la duración de sus vidas. No obstante, sus viajes personales, detonados al conocer a esa persona, los llevarán a contradecir todo lo que alguna vez creyeron que sería su vida.
Las semejanzas argumentales entre ambos príncipes han sido advertidas por más de una persona en internet. Partiendo de la premisa del deber a la sociedad y el deseo individual del querer. Un sentimiento universal en la comunidad LGBTQ+ que los ha conmovido de maneras similares pero diferentes. Principalmente desde la reflexión de que, personas procedentes de contextos semejantes, pueden terminar en lugares de vida opuestos dadas las fuerzas externas a las que se oponen.
En el 2021, Netflix trajo la historia de Wilhelm. Un adolescente que al ingresar a un internado en Suecia, se enamora de Simon. Un chico de ascendencia latina que ha tenido que valerse de sus méritos académicos para acceder a una educación privada; a diferencia de sus compañeros más privilegiados como Wilhelm. El príncipe y el plebeyo comparten una conexión casi instantánea a la que no se resisten a explorar, terminando en una relación que mantienen en secreto dada la negativa que la monarquía sueca les predispone.
En Young Royals, el principal obstáculo para la felicidad de la pareja es la presión de mantener una imagen pública impecable, con la que tiene que lidiar Wilhelm. Tras la muerte de su hermano mayor, se le exige ascender a la altura de las expectativas conservadoras de la monarquía sueca. La cual directamente se contradice con su deseo personal de mantener una relación normal con Simon. Por lo que Wilhelm lucha durante tres temporadas con el hecho de que su felicidad personal implica una posible desestabilización de la percepción pública de la realeza. Siendo su lucha el decidir si lo que realmente quiere es seguir participando en la monarquía o solo ser libre de ella.
Dos años después, Prime nos presentaría a Henry. El segundo en la línea de sucesión inglesa, al cual conoceremos desde la perspectiva de Alex, el hijo latino de la primera presidenta mujer de Estados Unidos. Con un repele inicial, que progresivamente se disuelve tras una serie de conversaciones sinceras, ambas figuras políticas comienzan un romance clandestino. El cual ninguno se atreve a revelar por las seguras represalias sociopolíticas que les esperarían.
En Red, White & Royal Blue, la problemática se plantea desde ambas partes; con un especial hincapié en que Henry será el más castigado por la institución a la que pertenece si se da a conocer su sexualidad. Aún cuando los dos están acostumbrados a la esfera pública, nada los prepara para el intenso escrutinio mediático que implica una declaración de dicha magnitud. En su caso, es nuevamente el contexto del príncipe el que condiciona la relación. Con la diferencia de que Henry tiene plena certeza de que lo que quiere es usar su voz, no la de la monarquía, para hacer su diferencia en el mundo.
Aún cuando las dos abordan la politización de la orientación sexual, específicamente debido a sus status reales, las narrativas de Wilhelm y Henry son dos propuestas independientes; con la suficiente personalidad como para diferenciarlas de su argumento compartido. El gran diferenciador: el género con el que eligen articular sus historias.
La Historia de Henry vs La Revolución de Wilhelm.
Ni la serie ni la película venden un retelling sin razón de existir. Aún cuando el fin comercial propicia la luz verde para la realización de productos para el streaming, es palpable que fueron concebidas a partir de una necesidad comunicativa.
Surgiendo de un libro, escrito por la mente estadounidense de Casey McQuiston, Red White & Royal Blue llega a la pantalla chica como la comedia romántica del fin de semana. Sin muchas pretensiones en lo que ambiciona ser, entiende que debe retomar las prácticas de la fórmula para contar un relato entrañable, que consiga complacer lo que hizo el espectador con la historia. Con personalidades simpáticas, grandes gestos románticos y el final feliz que todos queremos, cumple con su fin de ofrecer a la juventud una buena representación.
En la cinta, uno de los momentos emblemáticos surge con la proposición de Alex a Henry de hacer historia juntos. Alex ha compartido con su madre su romance secreto con Henry, tal como le comunica en uno de los muchos correos electrónicos que intercambian. En él, reflexiona sobre la posibilidad de que el mundo algún día conozca que se amaron, advirtiendo del valor histórico que implicaría, no solo en el presente, sino para sus legados en la memoria colectiva. Henry, a quien en un principio le entretiene la idea, reafirma la relevancia de su asociación al responder con "¿Historia, eh?”.
El significado de su ocurrencia privada se vería transformado cuando su correspondencia personal es filtrada en la prensa. Con la frase movilizándose y siendo adoptada por quienes apoyan su amor, se vuelve un emblema de la comunidad LGBTQ+ del universo de la película. Pues, cada una de las personas que respalda la pareja, son fieles creyentes que una relación entre el primer hijo de América y el príncipe de Inglaterra tiene el poder de cambiar la percepción de su lucha.
De su lado del continente, la trifecta compuesta por Lisa Ambjörn, Lars Beckung y Camilla Holter revisitan los pasajes de su adolescencia para traer Young Royals. En tres temporadas, con la última siendo lanzada en el presente Marzo, la serie profundiza en la angustia juvenil de la nueva generación con un ensamble de personajes cotidianos; excluyendo su posición socioeconómica. Hay fiestas en las que debes bailar, clases en las que evitar no caer dormido y la presión por cumplir tu rol social en el entorno escolar. De a momentos cinematográfica y con diálogos que te muestran y no te explican, Young Royals brinda un drama adolescente encantador.
En la serie, Simon le expresa a Wilhelm de la manera más sincera que conoce, la vehemencia de su amor: en una canción. Al inicio de la última temporada, Simon canta en redes sociales sobre ser una revolución, suceso que se viraliza para el desagrado de la corona sueca, quienes no desean ser asociados como un institución disruptiva y prefieren que la pareja mantenga un perfil bajo; casi imperceptible para la ciudadanía. Una barrera que condiciona su relación en toda la extensión de la serie.
La frase regresaría en el imaginario de Wilhelm y Simon cuando este último le compone para su cumpleaños su propia canción. En ella, le dice en confidencia que fueron “una revolución, aunque solo fueran el uno para el otro". Esta declaración no sólo enfatiza el impacto personal que tubvieron en la vida del otro, sino también reconoce cómo juntos han desafiado las normas sociales y las presiones institucionales al haberse amado ante el discomfort social. Pues, aunque brevemente, Wilhelm representó a la comunidad como un líder con las agallas de desafíar las nociones tradicionales de servicio
Wilhelm, quien en el episodio final habría elegido los deberes de la corona, estaba dispuesto a renunciar a su noviazgo con Simon, solo para cambiar de parecer en el último momento para apostar por su propia felicidad, no la de la institución. Para Wilhelm, esta decisión representa un riesgo tan radical como determinante para la dirección de su vida. En su entendimiento, es su propia revolución renunciar a su posición real para perseguir su libertad y autenticidad. Elige ser valiente, antes de obediente, con el objetivo de asegurarse que su bienestar personal no vuelva a peligrar.
Por su valor narrativo, Young Royals será recordado como una de los más notables coming of age de los últimos tiempos. Con elementos cinematográficos que enaltecen la complejidad emocional, desde la inocencia de sus personajes, es una obra sensible a la experiencia LGBTQ+ adolescente. Por su parte, con protagonistas ya entrados en sus veintes, Red White & Royal Blue recurre al idilio de una rom com, Donde un filtro rosa embellece el mundo las crudezas del plano real, para abrazar la adversidad en un felices para siempre.